NO
Por Gustavo Orozco
Representante Grupo Objetivo Cero
No hay duda alguna de que necesitamos mejorar como ciudad, y como país, en nuestras respuestas frente al delito y frente a los criminales.
La sensación de inseguridad y de vulnerabilidad en Cali no es un delirio de los ciudadanos.
Nuestra percepción de que las motos son usadas como herramienta del crimen, usando a parrilleros hombres por ejemplo, tampoco es un invento. Un debate aparte es si nuestro nivel de temor corresponde a la realidad.
Pero el uso de las motos para cometer delitos es una tendencia al alza desde décadas atrás y que terminó desencadenando restricciones para contener el fenómeno. Entre ellas, la restricción al parrillero hombre que existe aún hoy en Cali y que debería ser reconsiderada.
Para hacer frente a nuestra inseguridad y transformar la violencia desde sus raíces, necesitamos más y mejores respuestas. Lograrlo pasa, en una buena medida, por entender los fenómenos a partir de los datos cuantitativos disponibles. Nuestra ciudad, como bien dicen las cifras, lidera en Colombia como epicentro de fenómenos criminales importantes. El nada honroso título de ser la ciudad más homicida de Colombia nos pertenece.
A pesar de nuestro temor hacia motos con 2 pasajeros hombres, y el crecimiento real de este tipo de delincuentes, la mayor parte de los homicidios y de los hurtos en Cali son cometidos a pie. No desde un carro, no desde una moto.
El año pasado, el 73,4% de los homicidios y casi el 60% de los hurtos en Cali fueron perpetrados por un individuo a pie. Es, de lejos, la forma preferida de los delincuentes y donde se requieren los mayores esfuerzos. En otros años este porcentaje alcanzó hasta casi 90% de los homicidios y 80% de los hurtos. Los bandidos hacen de las suyas sin necesidad de ningún motor.
Pero las motos sí se usan cada día más como instrumento del crimen. A pesar de las restricciones al parrillero, durante los últimos años hay un incremento casi que constante del número de homicidios cometidos por pasajeros de una motocicleta. Mientras que en el 2016 se registraron 142 casos, en el 2019 estos fueron responsables de 199. Situación similar se presenta en hurtos, donde en los mismo años se pasó de 1023 a 1624 casos donde el perpetrador es un pasajero de moto. Aumentos muy a pesar de la vigencia de las restricciones al parrillero, valga repetir.
Nada de esto excluye que Cali, de todas formas, tenga un camino recorrido importante. Precisamente para continuarlo, debemos hacer lo que sabemos que funciona, hacer lo que no se ha hecho y corregir lo que no funciona. La ciudad ha logrado hitos importantes en la protección de la vida, objetivo máximo de cualquier política de seguridad ciudadana.
Hoy mueren 1293 caleños menos que en 2013. Esa reducción acumula un promedio de 65% menos vidas perdidas en las manos del crimen. Pero Cali también tiene unos pendientes grandes acumulados y, a veces, ignorados. Nuestros todavía más de mil muertos por homicidio al año están lejos de ser propios de una ciudad moderna y medianamente normal.
Para hacerlo bien, la política pública debe basarse en la evidencia. No debería ser tan difícil. Pero frecuentemente lo es. Especialmente cuando el ejercicio de lo público termina preocupándose más por la opinión y la aceptación que por hacerlo mejor.
Un primer paso, fundamental, por ejemplo, en nuestro frente común contra la violencia debería ser la inversión en primera infancia y en educación.
Reducir los factores de riesgo en los primeros años de vida es fundamental para arrebatar a nuestros jóvenes de las garras del crimen y para darles mejores oportunidades. La evidencia lo respalda.
Otro paso debería ser la reevaluación de las restricciones del parrillero hombre. El distrito, con casi absoluta seguridad, no tiene evidencia certera sobre su impacto o su efectividad. Ha pesado más mantener el status quo y el temor a innovar pensando que es cierta la idea popular de que la medida sirve. Pero no hay sustento empírico y los costos para un sector de la población pueden ser más altos que los beneficios para la ciudad. Especialmente en Cali, donde para el 24% de la población la moto es su principal medio de transporte, según la última medición de Cali Cómo Vamos.
Un grupo de investigación de la Universidad de los Andes concluyó, a partir de otras ciudades pero sin ser menos válido, que las restricciones a las motos son poco efectivas para la inseguridad. Estas medidas, sostenidas de distintas formas a través de los años, no han logrado disminuir considerablemente el delito en esas ciudades. De hecho, en algunos casos como en Barranquilla, podrían llevarlo hasta a ser desplazado espacialmente.
No hacerle caso a los datos significa frenar los avances contra la delincuencia. Necesitamos profundizar los logros corrigiendo lo que no funciona o no es ideal.
La medida del parrillero parece, por encima, haber perdido su eficacia.
Necesitamos más trabajo dónde está el grueso de la delincuencia y aplicar las soluciones que demuestren un éxito medible. El impacto de la inseguridad en Cali es claro, es costoso y la necesidad de reducirlo es indiscutible.
De todas formas, no están locos quienes le temen a una moto muy cerca o al lado en un semáforo. Sí pareciera que es un sentimiento exacerbado por el miedo y menos basado en la realidad.
Pero hacer frente a concepciones generalizadas y sobredimensionadas es un objetivo muy diferente dentro de las políticas de seguridad pública y ciudadana. Estrategias para mejorar la percepción de seguridad, en línea con los logros recientes, debe ser un fin en sí mismo.
Un fin, además, absolutamente legítimo y valioso porque la ciudadanía merece vivir sintiéndose tranquila y segura.
Hacerlo requiere de medidas bastante diferentes a las que hoy tenemos. Entre ellas, estrategias de comunicación agresivas que realmente ilustren la incidencia de delitos y visibilicen los resultados obtenidos. Pero, en últimas, lo importante es que no mezclemos peras con manzanas.
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SÍ
Por Germán Alfonso
Representante Chispa Cali
El decreto se debe renovar ya que la prohibición del parrillero hombre mayor de 14 años se ha convertido en toda una institución en la lucha contra la violencia en nuestra ciudad.
Esta prohibición hace parte del imaginario colectivo colombiano, no solo caleño, que ve en su mente a aquel sicario en moto que le dispara a su víctima al estilo Rodrigo D.
Además, cuando surge la posibilidad de no prorrogar el decreto (la medida surge en septiembre de 1995, pero desde 2006 es “temporal” y se tiene que renovar a cada seis meses por su carácter restrictivo) saltan todas las voces que acusan a la Alcaldía de turno de no hacer lo suficiente por la seguridad y ayudar a crear un estado de zozobra y temor en la población.
Ya lo han dicho varios expertos a lo largo de los años; cuando se introdujo la restricción en un contexto de auge del narcotráfico y sicariato los resultados fueron importantes, pero ese beneficio se fue diluyendo a lo largo de los años y hoy en día la restricción en sí no aporta a la disminución de homicidios.
Como se puede ver en las tablas, en algunos años los homicidios del parrillero hombre bajan y en otros suben. Cuando bajan la redacción del decreto de la Alcaldía dice que es gracias a la restricción, “Dadas las patentes diferencias numéricas debe subrayarse la eficacia que revista la medida…” y en los años que los homicidios del parrillero hombre aumentan, el decreto explica que hay que insistir, pues se hace “con el objetivo de prevenir afectaciones al orden público, así como la preservación de la vida.”
Es decir, ¡estamos atrapados en una medida temporal que va a cumplir 25 años!
Y no existe alcalde que tenga el capital político suficiente para retirar la medida. El ex-alcalde Maurice Armitage lo intentó o por lo menos expresó su intención en varias ocasiones y con diferentes argumentos: desde el padre que no puede llevar su hijo al colegio hasta el plomero trabajador que no puede llevar a su asistente, pasando por la discriminación de género (según las cortes) y el hecho que se ha convertido en un fenómeno cultural que genera discriminación contra un colectivo específico. Todo en vano.
No importan los datos, estudios, costos o hechos. Es más fuerte la imagen colectiva a favor de la restricción que cualquier argumento en contra. Es más, cuando el nuevo-viejo alcalde regresó al poder y surgieron dudas sobre su posición frente al tema, dejó clara su preferencia al no solo renovar el decreto sino doblar el valor de la multa a $936.000 pesos.
Sin embargo, y este es el tema clave, ese imaginario colectivo afecta negativamente la salud mental de todos los habitantes de la ciudad. Y es un precio más alto de lo que nos damos cuenta. La Alcaldía, y todos nosotros, deberíamos entender que una consecuencia no esperada del decreto restrictivo del parrillero hombre más de dos décadas después, es aumentar el estrés de todos. Puede parecer paradójico, pero insistir cada seis meses en una medida contra la inseguridad que supone un enorme costo para más de 200.000 personas que circulan en moto en la ciudad y que no genera un resultado objetivo concreto, contribuye con la sensación de inseguridad en vez de apaciguar temores.
El Alcalde Jorge Ivan Ospina se enfrentará a la renovación de este decreto SEIS VECES más durante su mandato.
Es un buen tiempo para elaborar una estrategia de comunicación que permita a la ciudad superar una medida que hoy trae más perjucios que beneficios. No será fácil y exigirá mucha determinación y capital político, pero hará un bien inestimable a la salud mental de todos.
Un posible camino podría ser:
- Enero 2021: renovar la prohibición, disminuyendo la multa de casi un millón de pesos a solo cien mil pesos. Lanzar la campaña, «Hay mucho por hacer pero vamos por buen camino» que muestra cómo los homicidios han disminuido continuamente desde 2013 y que en 2020 se logró la menor tasa de homicidios de la ciudad desde que se llevan a cabo registros. Es importante aprovechar ese logro y la coyuntura.
- Julio 2021: renovar la prohibición por última vez. Hacer una fuerte intervención en septiembre de ese año celebrando los 25 años de esa medida prohibitiva, mostrando los datos a lo largo de los años (publicar estudios al respecto) y cómo le ha llegado la hora a esa restricción.
- Enero 2022: FIN DEL DECRETO. Es el momento ideal en términos de capital político, pues habrá elecciones de congreso en marzo de ese año y de presidente en mayo. Las críticas le lloverán a la administración sí o sí, pues los adversarios atacarán sin piedad y todo ese ruido hará que la eliminación de la prohibición del parrillero hombre sea solo uno más de muchos temas. Además podrá presentar la eliminación de la medida como un importante logro para el gran número de personas que tienen moto, que votan y que agradecerán el gesto.
Desafortunadamente habrá homicidios cometidos por el hombre parrillero, así como los hay de personas que van a pie, en carro, taxi o bicicleta; entonces la Alcaldía tendrá que estar muy firme y organizada en su comunicación al respecto.
Por el bien de todos sería bueno que la próxima prórroga sea el principio del fin de una medida que debe quedar solo en los anales de historia política de nuestra ciudad.
RESUMEN ESTUDIO UNIANDES
Aunque las restricciones a motocicletas han sido adoptadas en más de 25 ciudades en Colombia para reducir el crimen, no existe evidencia empírica que demuestre su efectividad. Este documento evalúa el impacto de seis de estas medidas. Para identificar el efecto causal de las políticas, estimamos modelos de diferencia-en-diferencias que explotan la variación espacial y temporal de las restricciones usando datos georeferenciados de crimen. No encontramos grandes efectos de estas medidas, ni efectos duraderos, sobre el delito. Dados los costos de vigilar su cumplimiento y los costos que se imponen sobre la ciudadanía, las autoridades locales deberían buscar otras alternativas de política pública en materia de seguridad.
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Yo personalmente estoy de acuerdo que se RENUEVE la PROHIBICIÓN DEL PARRILLERO.
Pues TODOS LOS DÍAS ATRACAN Y ROBAN MOTOCICLISTAS CON PARRILLERO….!
Me parece extraño que los dos estén de acuerdo en que no hay cifras que comprueben el peligro del parrillero hombre, cuando la tabla que presentan deja ver que hay 26 agresiones (no queda claro de qué crimen se trata) al mes, que es casi un quinto del total. ¡Es un número enorme!
Como con todas las prohibiciones, hay que ver qué tanto se cumplen y qué tanto generan a su vez otras problemáticas: corrupción, multas a los más pobres, más procesos judiciales por cargos menores, etc. Creo que valdría la pena también revisar esos datos.
Y no está de más la visión subjetiva. A mí me robaron con amenaza con arma de fuego, y era un parrillero hombre. La prohibición no evitó que sucediera.
Alejandro, gracias por el comentario. No habíamos dejado claro que los gráficos se refieren a cómo se mueve o transporta el agresor de HOMICIDIO. Ya hicimos el ajuste en la descripción.
En la plataforma (https://cali.chis.pa/) se encuentran los datos de todos los delitos.
Finalmente, estoy de acuerdo que la visión subjetiva es muy importante, pero en materia de política pública hay que tener en cuenta muchísimos factores. Personalmente creo que la prohibición ya no aporta mucho y que sería mejor invertir en otras medidas para bajar la criminalidad.
Si se debe de renovar el decreto que prohíbe al parrillero hombre. Hay mucha violencia y por lo menos con esta medida minimizamos los índices delincuenciales.
Totalmente de acuerdo que se renueve el decreto… Hay mucha delincuencia.
Se debe renovar…. Por lo menos así todos sabemos que es prohibido el parrillero hombre y en caso de observar infracción con la norma avisamos a la autoridad…
Estoy de acuerdo con renovar el decreto.
De acuerdo con la renovación del decreto.
De acuerdo con la renovación del decreto…. Mucha delincuencia
Si de debe renovar!
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